La clave está en la empatía. 

 

El perfil del paciente hoy por hoy ha cambiado, es un perfil mucho más exigente, que demanda otro tipo de atención, y torna esencial para los profesionales sanitarios aprender a nuevas habilidades necesarias para que la comunicación entre ambos sea efectiva.

El paciente evalúa múltiples aspectos relacionados con la calidad y la seguridad que ofrecen las Instituciones Sanitarias. Su recuerdo ya no sólo se centra en la resolución de su proceso, sino, y muy importante, en el trato humano recibido por el equipo que le atendió. 

Y si hablamos de trato humano, el puntapié es la empatía. Una habilidad y competencia que tiene que caracterizar a cualquier integrante de un equipo de salud: médico, enfermero, administrativo, gerente. De la cepa que sea.

PERO, ¿QUÉ ES LA EMPATÍA?

Puede ser entendida como la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Pero es mucho más, sobre todo si la definimos en el contexto de la salud.

La empatía se considera una de las competencias básicas y fundamentales (¿fuerte no?) en el aprendizaje de las profesiones de la salud en este siglo, y se define como:

"La capacidad de entender las emociones de los pacientes o sus familiares, así como sus perspectivas y experiencias."

¿Sabían que altos niveles de empatía se relacionan con mayor facilidad de los pacientes o sus allegados para expresar sus síntomas y preocupaciones?

¿Y que elevados niveles de empatía se han correlacionado con mayor satisfacción, menor estrés y burn-out profesional del personal sanitario?

Volvemos a repetir, la EMPATÍA es clave. Esta habilidad nos vincula directamente con la «inteligencia emocional«, algo muy moda hoy, pero tan esencial de desarrollar.

«Una persona inteligente emocionalmente es aquella que es capaz de: comprender, aceptar y expresar sus emociones de manera natural; empatizar con las emociones de los demás, evaluándolas, reconociéndolas y entendiéndolas; regular las emociones propias, ayudando a no perder la templanza; y, por último, emplear la emoción como facilitador del rendimiento.» (Hernández-Vargas y Dickinson-Bannack, 2014).

En pocas palabras, podría decirse que es la capacidad para adaptarse emocionalmente a una situación de manera adecuada y rendir en ella. Y la empatía es uno de sus componentes fundamentales.

Por esa razón, compartimos con ustedes y especialmente, a quienes trabajan en salud, algo muy importante: la conducta empática puede y debe enseñarse. Anímense.

Las personas que tienen empatía están mucho más adaptadas a las sutiles señales sociales que indican lo que otros necesitan o quieren.

Por ello, la empatía es una cualidad fundamental del profesional sanitario, para ser capaz de conectar con el paciente y entender qué le pasa, cuáles son sus emociones, cómo es su entorno y de qué manera le puede influir, qué le puede estar limitando, etc.

Para que terminen de convencerse, les dejamos algunas de las habilidades que un profesional de la salud con inteligencia emocional es capaz de lograr y desarrollar:

  • Reducir el temor.

  • Conocer lo que está sintiendo su interlocutor.

  • Escuchar y calmar.

  • Admitir las diferencias entre los seres humanos.

  • Mitigar el duelo.

  • Manejar el enojo, la tristeza y otros estados emocionales.

  • Lograr un mejor cumplimiento de las indicaciones del tratamiento.

  • Lograr conductas más saludables.

  • Facilitar la adhesión terapéutica.

  • Fomentar la independencia de los pacientes.

  • Controlar sus propios sentimientos y lograr sentirse bien con lo que está haciendo.

A continuación, les dejamos un video muy interesante que solemos compartir en inducciones y capacitaciones: Empatía, de Clevelan Clinic.